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Comer carne contamina más que conducir

¿Sabías que comer carne dos días a la semana equivale a casi 300 km de emisiones de un coche diésel mediano? Los expertos en cambio climático de la ONU han alertado de las consecuencias nocivas del consumo excesivo de carne, pero ya en 2006 un informe de la FAO señalo que el impacto negativo de las explotaciones ganaderas.

Alcanzar los objetivos marcados en los Acuerdos de París para frenar el calentamiento global será muy difícil, si antes no se produce un cambio drástico en el uso del suelo y, por ende, en los hábitos de consumo de alimentos. Esta es una de las principales conclusiones que se extraen del informe presentado esta semana por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El informe señala el enorme impacto que tiene la industria ganadera sobre las emisiones, la degradación del suelo y la deforestación. El documento, que también recoge que las dietas basadas en alimentos de origen vegetal son positivas para la conservación del ecosistema, insta a los gobiernos  a poner en marcha “políticas que reduzcan el despilfarro de comida e influyan en la elección de determinadas opciones alimentarias”. “Sería realmente beneficioso, tanto para el clima como para la salud humana, que la gente de muchos países desarrollados consumiera menos carne, y que la política creara incentivos apropiados a tal efecto”, ha afirmado Hans-Otto Pörtner, presidente del grupo de trabajo del IPCC.

A pesar del revuelo que ha generado este informe de la ONU, ya en 2006 la FAO advirtió el problema. A lo largo de este reportaje, y basándonos en un informe de la FAO, vamos a comparar las emisiones e impacto climático de consumir carne con las de conducir.

Sí, lo de los pedos de las vacas suena a chiste, pero es una triste realidad que la ganadería masiva es un verdadero atentado ecológico. Las emisiones contaminantes y de efecto invernadero de esta industria son mayor que las del automóvil y el transporte, que tampoco son inocentes en el problema del calentamiento global, ni mucho menos.

En contra de lo que podamos pensar, no es el hombre ni su actividad industrial quien produce la mayoría de las emisiones de CO2 en nuestro planeta. Es la propia Naturaleza quien -mediante, erupciones volcánicas, procesos químicos que hay en todo ser viviente…- produce la mayor parte del CO2.

Lo que sucede es que el ciclo natural terrestre es un juego de equilibrio. El CO2 es un gas necesario para la vida y la Tierra es un ser vivo en el que unos procesos compensan otros.  Gracias a ello nuestro planeta es como lo conocemos. Nosotros, con nuestro desarrollo, hemos provocado un desequilibrio y eso es lo que está provocando cambios climáticos. Podríamos decir que se cumple una ley básica de la física que se puede extrapolar a casi todos los ámbitos de nuestro día a día: toda acción trae consigo una reacción.

FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) elaboró un informe hace ya 11 años (en 2006) en el que alertaba a los gobiernos sobre la gravedad del problema que estaba ocasionando el consumo excesivo de carne en nuestra sociedad moderna. Seguro que, si preguntas a tu padre o a tu abuelo, te dirá que, cuando eran niños, apenas comían carne, porque era muy cara y escaseaba. Sin embargo, en la actualidad,  nuestra dieta es carnívora en su mayor parte.

La producción de carne se ha abaratado al hacerse masiva, pero ha conllevado otros costes que se han convertido en un problema grave del que apenas se habla.

Producir un kilo de carne consume 16 toneladas de agua

Me fascina que nos dé más miedo que se acabe el petróleo que el que no tengamos agua potable. El hombre existe desde hace miles de años antes de que supiésemos que el petróleo existía, pero sin agua no habría vida, así de simple.

Para producir un kilo de carne de vacuno, es necesario gastar 16.000 litros de agua. Si seguimos el consejo médico de beber al menos un litro de agua al día, tardaríamos 16.000 días de nuestra vida en consumirlos. Es decir, ocho hamburguesas (suponiendo que estuviesen hechas de carne de vaca) equivaldrían al agua que consumiríamos a lo largo de casi 44 años de nuestra vida.

Según el informe de FAO, el sector ganadero es el responsable del 9 % del CO2 procedente de la actividades humanas, pero produce un porcentaje mucho más elevado de los gases de efecto invernadero más perjudiciales. Genera el 65 % del oxido nitroso de origen humano, que tiene 296 veces el Potencial de Calentamiento Global (GWP, por sus siglas en inglés) del CO2. La mayor parte de este gas procede del estiércol.

También es responsable del 37 % de todo el metano producido por la actividad humana (23 veces más perjudicial que el CO2), que se origina en su mayor parte en el sistema digestivo de los rumiantes, y del 64 % del amoniaco, que contribuye de forma significativa a la lluvia ácida.

El informe de la FAO explica también otro impacto de la ganadería en uno de los pulmones más importantes del planeta. Nada menos que el 70 % de los bosques que han desaparecido en el Amazonas se dedican a pasto para el ganado.

La industria del automóvil es más ecológica que la ganadería

Mientras que los fabricantes de automóviles han tenido que reducir drásticamente las emisiones contaminantes y los consumos de sus mecánicas, en la ganadería se han optimizado poco los procesos productivos. Las emisiones de óxidos de nitrógeno y de metano (producidas principalmente por el estiércol) apenas se tratan o se aprovechan y el resultado es que sus emisiones son absolutamente descomunales e insostenibles. Mientras que en grandes ciudades se restringe el uso del automóvil, no se propone a la población una dieta con un consumo de carne más racional.

¿Por qué un coche debe llevar carísimos catalizadores para eliminar los NOx mientras que las emisiones de N2O producidas por la ganadería masiva generan más emisiones que el transporte por carretera en la Tierra? Lo más irónico del asunto es que, para reducir las emisiones de óxidos de nitrógeno, los vehículos con Adblue usan urea proveniente en su mayoría de la orina del ganado.

FAO propone que nos vayamos acostumbrando a comer insectos y larvas en vez de aves, cerdos y vacas para cubrir la necesidad de nuestro organismo de obtener proteínas en la alimentación, pero también se podrían optimizar más los procesos de la ganadería. El problema es que estamos dispuestos a pagar más por usar el coche y, sin embargo, no queremos pagar más por la comida y, lógicamente, el ganadero que reduzca sus emisiones de N2O o que atrape el metano y lo use como combustible debe ver recompensado su esfuerzo.

Comer carne 2 veces por semana son 260 km en un coche diésel

Según los diferentes estudios e informes, para producir 1 kg de carne de vaca se emiten a la atmósfera 27 kg de CO2 (sin tener en cuenta el CO2 que deja de procesarse de manera natural por los árboles que se han talado para dejar espacio para pasto).

Si nos atenemos sólo a este dato y obviamos el resto de gases varias veces más contaminantes que el CO2 (entre ellos los temidos NOx que disparan las alarmas de contaminación en ciudades como Madrid o Barcelona), comer carne dos días a la semana equivale en emisiones de CO2 a recorrer 270 km en un coche diésel mediano (con unas emisiones medias de 100 g/km de CO2). Repito: sólo en emisiones de dióxido de carbono, pero no es la única carne que comemos ni la que más contamina. Mirad estos datos:

  1. 1 kg de carne de cordero equivale a 392 km recorridos (39,2 kg de CO2)
  2. 1 kg de carne de res equivale a 270 km recorridos (27 kg de CO2)
  3. 1 kg de carne de cerdo equivale a 121 km recorridos (12,1 kg de CO2)
  4. 1 kg de carne de pavo equivale a 109 km recorridos (10,9 kg de CO2)
  5. 1 kg de carne de pollo equivale a 69 km recorridos (6,9 kg de CO2)

Por supuesto, la carne no es el único alimento que produce emisiones de CO2, también el pescado (especialmente el atún y el salmón) produce muchas emisiones. En este sentido, la dieta tradicional mediterránea es una de las más sanas, no sólo para el ser humano sino para el planeta.

Cuál es la solución a las emisiones: a la cama sin cenar

Obviamente, la solución no es que el ayuntamiento nos prohíba comer carne dos días por semana, como tampoco lo es que no podamos utilizar el coche. La solución es sencilla y evidente, pero casi inviable por nuestra condición humana y el dichoso “por qué lo voy a hacer yo si el de al lado no lo hace”, y, como se suele decir, unos por otros, la casa sin barrer.

La FAO propone dos formas de reducir las emisiones producidas por la ganadería: restringiendo el consumo y la producción de las explotaciones ganaderas o mitigando las emisiones. Es decir, haciendo más eficiente la producción de la carne (que es lo que hacen los fabricantes de coches mejorando el rendimiento de sus motores) y tratando los gases producidos, reutilizando el metano como combustible (que es lo que hacen en los coches con los catalizadores NOx, filtros anti partículas, etc.).

Aplicando estos consejos, la FAO considera que se pueden reducir de la manera que puedes ver en el gráfico superior las emisiones, pero todavía queda otro camino y es en lo que cada uno de nosotros puede intervenir: haciendo un consumo racional, exactamente igual que con el coche.

Podemos seguir comiendo carne, pero, en vez de pegarnos una panzada -y disparar el colesterol y otras enfermedades-, podemos tener una dieta más saludable para nosotros y para la Tierra. Podemos conducir nuestro coche, pero, en vez de comprar el SUV más grande que podamos permitirnos, podemos comprar un modelo más acorde a nuestras necesidades y que consuma y contamine menos y usarlo con más cabeza.

Tal y como te contamos en nuestro reportaje de que la conducción eficiente es más una actitud que una técnica, el mero hecho de salir con algo más de tiempo para no conducir con prisas y estresado ya es un beneficio para tu bolsillo y para el medio ambiente, pero seguimos apurando los minutos.

La solución existe y está en nuestras manos, aunque hoy por hoy parece una utopía. Seguiremos comiendo carne hasta infartar y usando el coche más de lo necesario. El resultado también es evidente: la Tierra seguirá existiendo, pero nosotros nos habremos extinguido.

Gracias a José Estors, oficial de FAO, por su colaboración para la consulta de la información necesaria para la elaboración de este artículo.

Source:

https://www.autocasion.com/actualidad/reportajes/contaminan-mas-las-vacas-o-los-coches

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