Más allá del número de especies vegetales en un ecosistema, es necesario tener en cuenta el papel funcional de dichas especies a través de los componentes morfológicos, fisiológicos o filogenéticos (parentesco entre especies a través de la evolución) que las caracterizan. A pesar de que las especies más abundantes –llamadas dominantes– desempeñan un papel predominante en el ecosistema por su importante biomasa, muchas especies menos abundantes o raras podrían desempeñar un papel decisivo, en particular en lo que se refiere a la multifuncionalidad de los ecosistemas.
Un equipo internacional formado por investigadores del INRA y del CNRS, así como por científicos españoles de las universidades Rey Juan Carlos y de Alicante estudió el papel de la biodiversidad vegetal en la multifuncionalidad de los ecosistemas terrestres. Gracias a protocolos estandarizados, los investigadores estudiaron la diversidad de 123 sitios distribuidos por todos los continentes (a excepción de la Antártida). Analizaron ecosistemas contrastantes, compuestos por plantas muy diferentes y con distintas historias geológicas y climáticas: la sabana africana, los desiertos esteparios de China, la pampa en América del Sur, los bosques australianos, e incluso el monte bajo de la cuenca mediterránea o las estepas del norte de África. Posteriormente, los investigadores estudiaron las relaciones entre la biodiversidad en todos sus componentes y la multifuncionalidad, al medir una quincena de funciones ecosistémicas cruciales, como la transformación del nitrógeno, del fósforo y de la materia orgánica del suelo y, por lo tanto, un conjunto de indicadores de fertilidad y capacidad de retención de agua del suelo, así como de productividad biológica.
Más allá del número de especies vegetales, estos trabajos revelan la importancia de las especies raras, y en especial de la diversidad de sus historias evolutivas en el mantenimiento de niveles altos de multifuncionalidad en los ecosistemas terrestres. Por otro lado, el estudio señala que las especies dominantes tienen un efecto limitado en la multifuncionalidad de los ecosistemas, aunque desempeñan un papel que puede ser significativo en ciertas funciones ecosistémicas consideradas de forma aislada, como la producción de biomasa.
Los resultados destacan el interés de conservar las especies raras, pero no solo con el propósito de proteger determinadas especies en peligro de extinción, sino también con el objetivo más general de proteger el buen funcionamiento de los ecosistemas. Responder a la actual crisis de la biodiversidad se convierte en un reto capital para mantener la multifuncionalidad de los ecosistemas y salvaguardar servicios ecosistémicos esenciales para el ser humano, como la producción de alimentos, el almacenamiento de carbono, la fertilidad del suelo, así como la producción de agua potable y la limitación de los riesgos de erosión.