· La Organicazión Meterológica Mundial

El Día de la Tierra hace hincapié en la acción climática

Hace 50 años se celebró el primer Día de la Tierra, y desde entonces las señales físicas del cambio climático y sus consecuencias para nuestro planeta han cobrado impulso, hasta alcanzar su punto álgido en los últimos 5 años, los más cálidos de los que se tiene constancia.

La concentración de CO2

La concentración de dióxido de carbono (CO2) registrada en una de las principales estaciones de observación a escala mundial es, aproximadamente, un 26 % superior al valor de 1970, mientras que la temperatura media mundial ha subido 0,86 °C desde entonces, y es 1,1 °C más elevada que en la era preindustrial.

Es probable que en el próximo quinquenio (2020–2024) se produzca un nuevo récord de temperatura media mundial, según las predicciones climáticas multimodelos de la temperatura cerca de la superficie obtenidas a partir de datos recopilados por el Centro Principal de la OMM de Coordinación de la Predicción Climática Anual a Decenal, administrado por el Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido.

Según las predicciones, es probable que se produzcan nuevos aumentos de la temperatura mundial, en particular en las regiones de latitudes altas y en las zonas terrestres, y que el calentamiento oceánico sea más lento, en especial en el Atlántico Norte y en el océano austral.

La temperatura es solo uno de múltiples indicadores climáticos, como el CO2 atmosférico, el contenido calorífico de los océanos y su acidificación, el nivel del mar, el balance de masa de los glaciares y el hielo marino en el Ártico y la Antártida. En los últimos 5 años, todos los indicadores han mostrado una aceleración del cambio climático, según se apunta en el informe final sobre el cambio climático 2015–2019, publicado con motivo de la celebración del 50º Día de la Tierra.

Sistemas de alerta temprana

“Los fenómenos meteorológicos extremos han aumentado, y no desaparecerán a causa del coronavirus. Bien al contrario, la pandemia no hace más que dificultar el reto que conlleva la evacuación de las personas para protegerlas de los ciclones tropicales, como evidenció Harold, el huracán de categoría 5 que azotó el Pacífico Sur. Y corremos el riesgo de que unos sistemas de salud saturados no puedan hacer frente a una carga adicional de pacientes debida, por ejemplo, a olas de calor”, señaló.

“Las poblaciones vulnerables de aquellos países cuyos sistemas de preparación para casos de desastre son más precarios deben encarar los mayores riesgos. Los gobiernos deben redoblar sus esfuerzos para fortalecer los sistemas de alerta y así poder afrontar múltiples riesgos”, añadió el señor Taalas. “La OMM respaldará esos esfuerzos”.

A pesar de las limitaciones que impone la COVID-19, los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) siguen prestando de forma ininterrumpida sus servicios esenciales de pronóstico y aviso.

Las estaciones de la Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG) también prosiguen con sus actividades de vigilancia y, por tanto, han desempeñado una función clave en el registro tanto de la reducción en las concentraciones de algunos de los contaminantes más importantes como de la mejora de la calidad del aire fruto de la caída de la actividad industrial. Sin embargo, en algunas de las principales estaciones que transmiten informes, las concentraciones de CO2 se mantienen en niveles sin precedentes.

Por tanto, es importante que los paquetes de estímulo posteriores a la COVID-19 ayuden a que la economía vuelva a crecer de forma más ecológica. Con frecuencia, las crisis económicas anteriores han ido seguidas de períodos de "recuperación" asociados con aumentos de las emisiones hasta niveles muy superiores a los previos a la crisis.

El Día de la Tierra pone de relieve cuestiones de gran trascendencia que afectan a todo el planeta. Ya en 1970, la preocupación empezaba a crecer entre los científicos, dado que el aumento en las concentraciones de CO2 que se constataba gracias a las primeras observaciones realizadas en el observatorio de Mauna Loa (Hawái) reforzaba los temores de que las actividades humanas en realidad ya podían estar repercutiendo en el clima de la Tierra a escala mundial.

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